domingo, 30 de octubre de 2011

"Labitur ex oculis..."

Amigos, acabo de recibir un gran impacto. Hace justamente un año, en octubre de 2010, publiqué una entrada de despedida a nuestro querido Carlos Castro. Muchos quizá no la entendisteis, si no teníais los altavoces encendidos, pues el mensaje era, escuetamente, el Requien de Mozart que sonaba al pinchar en el vínculo.
Hace unos días llegó un comentario preguntando a quién iba dedicada esa despedida. Lo que siguió... mejor leedlo vosotros mismos: >>

lunes, 24 de octubre de 2011

Los del 61 vuelven a Comillas

El pasado día 8 de octubre tuvo lugar el encuentro en Comillas de LOS DEL 61. Un paso más hacia la Fusión Comillas.
   Nos encontramos en el centro de la playa de Oyambre, en el bar el Pájaro Amarillo. Una vez despejada la inquieta curiosidad de los primeros momentos, se precipitaron, como una cascada, las conversaciones de unos con otros, por un cauce de satisfación y con la vitalidad de aquella lejana adolescencia.
   Por la tarde, la Fundación Comillas nos obsequió con una visita guiada a las zonas reformadas de la Universidad Pontificia, y con la disposición de una sala para conversar toda la tarde. Conversaciones ahora tranquilas y sin prisas, llenas de afecto y cariñosa amistad.  Cenamos en la Rabia, conjurados, al final, para celebrar un próximo encuentro.
   Asistimos quince compañeros -los de la foto- pero tuvimos muy presentes a los ausentes. De éllos hablamos y a éllos recordamos con cariño. De parte de todos nosotros, un abrazo a todos los "comillenses" que moramos en la Cardosa.
   P.D. Podeis ver más fotos del encuentro en el blog de LOS DEL 61: http://lapapadaderomero.blogspot.com/

Arcadio Fernández

sábado, 22 de octubre de 2011

Contubernio

Parece una secuencia de dibujos animados:el gatazo negro burlado por la pillería de los ratones. La gracia aumenta si recordamos que el gatazo era un conspicuo representante del integrismo mular (por su similitud con el de los mulás, por las coces que propinaba a cuantos disentían de sus prescripciones y por la esterilidad de su doctrina), colaborador asiduo de "¿Qué pasa?" y perpetrador de libelos de moralina infumable como el intitulado "Opción insoslayable: reconquista moral o desbordado libertinaje". Me hubiera gustado participar de la burla para resarcirme del sofoco que este Pelayo de la moral me había hecho pasar un año antes. En una carta a mi hermana, que estudiaba interna en el colegio de las Carmelitas de Valladolid, me despachaba yo a gusto sobre el Prefecto y el Vicerrector -a la sazón los P.P. Unquera y Carro, creo- sin sospechar que aún había sitios en los que persistía la abominable práctica de la violación de la correspondencia. La indina de la superiora, viendo en mi rebeldía adolescente una amenaza para la cristiandad, remitió la "materia peccans" al gatazo, al tío de la Venerable Teresita -eso sí que es contubernio y no el judeomasónico. Requerido a su presencia, esgrimió ante mi pasmo el cuerpo del delito como si sujetara entre índice y pulgar el hilo del que pendía mi vida. Las averiguaciones que sobre mí había hecho le habían descubierto que formaba parte de los "reformistas" (¿recordáis aquel pronunciamiento romántico que pretendió modificar los estatutos de la santa institución?) y que era lector de Unamuno y de Ortega -qué horror-, pese a lo cual parece que quedaba en mí un diminuto islote de probidad desde el que, con la ayuda de Nuestro Señor y la Santísima Virgen, cabía iniciar la reconquista moral y eludir el desbordado libertinaje al que me conducía inevitablemente la protervidad de mis lecturas, de las que me conminaba a abominar de inmediato si quería que la carta no llegase a las alturas ejecutivas que decretarían mi expulsión fulminante. Por suerte o por desgracia, este Savonarola decía las cosas con un tonillo saltarín que aligeraba la hirsuta lobreguez de su pensamiento, una especie de cadencia dactílica que movía a risa y que Damborenea, creo, tuvo la osadía de remedar ante sus propias narices: "Muchacho, tú me imitas." "No, padre; no le imito. Yo hablo así." En fin, creo que he desbordado con creces los límites de lo que debe ser un comentario. Saludos.
 Alfonso Fernández.
21 de octubre de 2011 11:24

miércoles, 19 de octubre de 2011

EL TORREÓN

¿Hay alguien por ahí? ¿Dónde está el personal? Yo, como ya os dije, me comprometí con Ligorio en que siempre que escribiera él escribiría yo y por eso estoy aquí de nuevo contando batallitas, porque mis recuerdos fundamentales de Comillas, son eso, las historias y anécdotas que ocurrían de vez en cuando, como en la mili. Bueno, yo no estoy demasiado legitimado para hablar de la mili porque no la hice; los militares son los que mejor me han conocido y en menos tiempo pues estuve con ellos apenas quince días y me dieron una cartilla blanca que ponía: “Lino Uruñuela Nájera, inútil total”.
Bueno, ahí va la anécdota del torreón que varios de vosotros tenéis que recordar porque estábais también allí. Fue una mañana de domingo y nos encerramos unos cuantos en el torreón que había al final de nuestros cuartos de Preu a jugar al mus con nuestros paquetes de tabaco y alguna botella de licor (luego dicen algunos que la juventud de hoy en día está corrompida…) cuando de pronto alguien llamó con insistencia a la puerta con una voz entre engolada y aflautada que le delataba, sin dejar ninguna duda: “Abran inmediatamente la puerta, que sé que están ahí encerrados”. Sí, efectivamente era el P. Quevedo, que todavía me pregunto qué coño hacía por ahí arriba una mañana de domingo. Nosotros, por supuesto, calladitos y sin abrir. Insistió tres o cuatro veces más y al comprobar que nosotros ni churreábamos ni murreábamos y que no teníamos ninguna intención de abrirle, nos amenazó solemnemente: “Pues me da igual, ahora mismo voy a por una silla y les espero aquí hasta que salgan; a ver quién se cansa antes”. Y dicho y hecho, el hombre se fue a por su silla, momento que aprovechamos nosotros para salir, y allí estuvo sentado casi hasta la hora de comer. Nosotros pasábamos de vez en cuando por allí y le saludábamos con cortesía. Hubo alguien que incluso le preguntó que qué tal iba lo de la canonización de su sobrina Teresita González Quevedo, con la que nos daba la paliza de vez en cuando. Este hombre tenía dos temas fundamentales: su sobrina y el Concilio Vaticano II contra el que escribió una soflama que ahora mismo no recuerdo cómo se titulaba.
Bueno, por hoy ya vale, iba a recordar la pillada de Unquera a una cuadrilla que estaba jugando a las cartas pero se me ha hecho muy largo esto.
Lino Uruñuela (Abuelo Cebolleta).

sábado, 8 de octubre de 2011

Recapitulando

No puede uno por menos de frotarse los ojos ante la cascada de meditaciones que inunda el blog después de meses de asperísima sequía. Se nota un aire nuevo, desde luego. Insinúa Albertino que si a ir a Madrid nos pudo empujar la curiosidad de saber qué había hecho la vida con cada uno, a ir a Comillas nos ha movido, satisfecha ya aquélla, únicamente el afecto, la gana de estar juntos y de "sentirnos en casa" por usar las palabras de Alejandro. Parece que incluso hemos vencido ese miedecillo que teníamos a proclamar que nos alegramos de vernos. Paco abrió fuego relatándonos por menudo sus desvelos maternales: Ay Virgen Santísima que Mauleón no viene, ay que no llegamos a veinte, ay esos pobres que vienen de tan lejos… Santo varón. Esperamos la nueva entrega, que lo prometido es deuda. Pepe Prieto nos recuerda los hitos culturales del paraninfo. Qué memoria la mía: ya no me acordaba de “Esperando a Godot”. Ramón, por el encuadre de la foto que acompaña a su comentario, se diría que ya en el concierto había previsto la reseña que este pendolista haría días más tarde. Hasta Alejandro sucumbe finalmente a la lírica, no sin antes dejar constancia de quién es la máxima autoridad cuando se trata de discernir los matices infinitos del paisaje cántabro. Y Lino —estas líneas te obligan a contarnos la aventura del torreón—, Lino, muy en su papel de vitalicio número uno de la clase, adelanta tarea metiéndose de lleno en los episodios comilleses. Su descripción de la modalidad ambuloexpectorante de rezar el breviario creada y practicada por el P. Gumer quedará para los restos. Yo era uno de aquellos espectadores retráctiles... ( + )

P.S.: Gracias a Rafael Manero por su diligentísimo y generoso comentario.
Alfonso Fernández Alonso

martes, 4 de octubre de 2011

Genius coeli, ciruelas de otoño

Estaba en deuda contigo, Alfonso. Yo fui uno de los que pidieron que te asomaras al blog. Yo, tantas veces Marta, hoy me visto de María para poner mi grano de intimidad en este escenario mágico.
Al leer tu referencia a la “magia” del lugar, inmediatamente me vino la imagen de aquel día de morrina (así llamamos en Cantabria a la lluvia fina), al gris del cielo panza-burra, viento en calma, verdes brillantes, ladrillos de corinto. Ese cielo de humor cambiante, melancólico a veces, de Comillas. Así solía ser la llegada en aquellos septiembres.
No sabría decir quién puso más magia en el encuentro, si el lugar o el cielo. Tal vez son la misma cosa, quizá pareja fundida en un abrazo. Pero sé que ambos hiceron que nos sintiéramos en casa. Y sé, también que, tras nuestro encuentro, vinieron días de sol intenso, de calor, mucho calor. Como si el cielo de Castilla se hubiera volcado en este lugar. Y que de ese abrazo brotó, muy cerca , este ciruelo que ves junto a mi escrito. En esa foto, de hace unos minutos, se asoman los frutos de otoño. Tal vez una metáfora de los sentimientos que ha despertado ese encuentro.
Alejandro
4 de octubre 2011
Nota (un día después) Estaba disfrutando una bella canción de Dylan, "Forever young", interpretada por Joan Baez y de repente me di cuenta de que era esa, justamente, la melodía que debía sonar de fondo en mi entrada "Ciruelas de Otoño"