Domingo
23 de Septiembre de 2012
El
ritmo agotador del programa preparado por el Camarlengo (tradúzcase Paco Burón)
para el sábado día 22 nos había dejado a
todos hechos fosfatina. El paseo por la ponti, el duro trabajo en la vaquería,
la comida en la Rabia, la ciclópea entronización del bendito “PÁJARO AMARILLO”,
el paseo por Oyambre, la cena, la sobremesa, la peli de Ramón, y la resobremesa
que organizamos a modo de despedida delante de “El Secaderu” (¡qué amables y
qué aguante tuvieron con todos¡), completaron un día demasiado lleno de
encuentros, recuerdos, anécdotas y todo lo demás.
El domingo fue menos esforzado y menos
comillés. Los que quedamos por allí nos citamos a las once y media en la Neocueva de Altamira
(Santillana del Mar) que, mira por dónde y como todos los domingos, ofrecía
“gratis et amore” la entrada del día a quien quisiera admirar la réplica de
esas maravillas que los ancestros nos dejaron pintadas en el techo de unas
cuevas. Pocos acudimos con puntualidad: Paco, Jose María Calvo y Alicia, José
Ramón Otero y su hijo David, Antonio Fdez. Fdez (¡qué memoria episódica la de
Antonio¡) Jesús Glez. Gonzalo y Araceli, Luis Miguel (Montoya) y Mila. Esos
fueron los puntuales. Para impuntual ya estaba el gran Angelito (Andérez para todos
los del curso), pero la culpa fue de José Luis Palacios que le sirvió muy tarde
el desayuno.
Vimos las cuevas a velocidad de crucero
y casi todos comentábamos cuándo las habíamos visto por primera vez tumbados en
aquellos túmulos de piedra en nuestros años comillanos. Algunos, que todavían
le pegan a las labores de Tabacalera Española, se intrigaron por averiguar cuál
de los bisontes representados en el techo había sido el reclamo de aquellas
cajetillas de los primeros pitillos rubios que fumamos. (Del tabaco negro no
había duda: Antillana por goleada)
Al salir de las cuevas a más de las
doce bajamos a Santillana y allí se sumaron Emilio(Geijo) y Blanca, Miguel
Angel (Lopez Arrizabalaga) y Angeles, pero se restaron Jesús Glez, Araceli y
Paco. (Todo el mundo pensando en la vuelta). Parecíamos el ejército de Pancho
Villa perdiendo efectivos a cada paso.
A
los que quedamos nos compensó la extraordinaria visita que hicimos a la
Colegiata de Santillana y su claustro. Y lo que tuvo de extraordinario fue el
cicerone porque todos los que estuvieron en el encuentro del 2011 recordarán a
Enrique Campuzano (torrelaveguense ilustre, restaurador, organista, director
del museo diocesano y conocedor de todo lo que hay por Cantabria de artístico y
musical). El nos hizo pasar un rato estupendo y vimos la colegiata sin perder
detalle e ilustrados por sus explicaciones. Quienes hayan disfrutado alguna vez
de una visita a un monumento acompañados de un guía experto y apasionado sabrán
a qué me refiero.
Los que quedamos después de la marcha
de Emilio y Blanca nos fuimos a comer a Ruiloba donde, tras la comida, también
se despidieron José Ramón Otero y su hijo David y Antonio Fdez. Fdez. que
viajaba con ellos a Madrid.
Desconozco si alguno de nosotros hizo
alguna foto que pueda ilustrar el encuentro de ese domingo pero los que nos
quedamos tuvimos todavía la suerte de disfrutar de la hospitalidad de Alejandro
y Cristina. Allí llegamos a tomar el cafetito y la charla se alargó hasta casi
las siete. La tarde era apacible y bajo el magnolio el café y los chupitos de
orujo sabían redondos.
La charla versó sobre todo lo humano y
parte de lo divino y no arreglamos el país porque no teníamos a mano la
linotipia del BOE. Y lo pasamos en grande castigando, en la hora de la
despedida, a una higuera que Alejandro tiene en su huerto-jardín y comiendo
unos higos que estaban dulces a rabiar. El dueño no se enfadó con el expolio e
incluso regaló unos tomates de esos que ya han cogido merecida fama entre los
que visitan a Alejandro y Cristina en
Ruiloba.
No podía tener mejor colofón, ni más gustoso, el
entrañable encuentro que los esforzados del curso disfrutamos durante el fin de
semana y en el que volvimos a recordar a todos los que no fueron este año a
Comillas porque, aunque esta vez no haya podido ser para algunos, la próxima
estaremos todos encantados de volver a vernos.
Luis Miguel León Montoya