jueves, 4 de octubre de 2012



Domingo 23 de Septiembre de 2012
 

El ritmo agotador del programa preparado por el Camarlengo (tradúzcase Paco Burón)  para el sábado día 22 nos había dejado a todos hechos fosfatina. El paseo por la ponti, el duro trabajo en la vaquería, la comida en la Rabia, la ciclópea entronización del bendito “PÁJARO AMARILLO”, el paseo por Oyambre, la cena, la sobremesa, la peli de Ramón, y la resobremesa que organizamos a modo de despedida delante de “El Secaderu” (¡qué amables y qué aguante tuvieron con todos¡), completaron un día demasiado lleno de encuentros, recuerdos, anécdotas y todo lo demás.
         El domingo fue menos esforzado y menos comillés. Los que quedamos por allí nos citamos a las once  y media en la Neocueva de Altamira (Santillana del Mar) que, mira por dónde y como todos los domingos, ofrecía “gratis et amore” la entrada del día a quien quisiera admirar la réplica de esas maravillas que los ancestros nos dejaron pintadas en el techo de unas cuevas. Pocos acudimos con puntualidad: Paco, Jose María Calvo y Alicia, José Ramón Otero y su hijo David, Antonio Fdez. Fdez (¡qué memoria episódica la de Antonio¡) Jesús Glez. Gonzalo y Araceli, Luis Miguel (Montoya) y Mila. Esos fueron los puntuales. Para impuntual ya estaba el gran Angelito (Andérez para todos los del curso), pero la culpa fue de José Luis Palacios que le sirvió muy tarde el desayuno.
         Vimos las cuevas a velocidad de crucero y casi todos comentábamos cuándo las habíamos visto por primera vez tumbados en aquellos túmulos de piedra en nuestros años comillanos. Algunos, que todavían le pegan a las labores de Tabacalera Española, se intrigaron por averiguar cuál de los bisontes representados en el techo había sido el reclamo de aquellas cajetillas de los primeros pitillos rubios que fumamos. (Del tabaco negro no había duda: Antillana por goleada)
         Al salir de las cuevas a más de las doce bajamos a Santillana y allí se sumaron Emilio(Geijo) y Blanca, Miguel Angel (Lopez Arrizabalaga) y Angeles, pero se restaron Jesús Glez, Araceli y Paco. (Todo el mundo pensando en la vuelta). Parecíamos el ejército de Pancho Villa perdiendo efectivos a cada paso.
A los que quedamos nos compensó la extraordinaria visita que hicimos a la Colegiata de Santillana y su claustro. Y lo que tuvo de extraordinario fue el cicerone porque todos los que estuvieron en el encuentro del 2011 recordarán a Enrique Campuzano (torrelaveguense ilustre, restaurador, organista, director del museo diocesano y conocedor de todo lo que hay por Cantabria de artístico y musical). El nos hizo pasar un rato estupendo y vimos la colegiata sin perder detalle e ilustrados por sus explicaciones. Quienes hayan disfrutado alguna vez de una visita a un monumento acompañados de un guía experto y apasionado sabrán a qué me refiero.
         Los que quedamos después de la marcha de Emilio y Blanca nos fuimos a comer a Ruiloba donde, tras la comida, también se despidieron José Ramón Otero y su hijo David y Antonio Fdez. Fdez. que viajaba con ellos a Madrid.
         Desconozco si alguno de nosotros hizo alguna foto que pueda ilustrar el encuentro de ese domingo pero los que nos quedamos tuvimos todavía la suerte de disfrutar de la hospitalidad de Alejandro y Cristina. Allí llegamos a tomar el cafetito y la charla se alargó hasta casi las siete. La tarde era apacible y bajo el magnolio el café y los chupitos de orujo sabían redondos.
         La charla versó sobre todo lo humano y parte de lo divino y no arreglamos el país porque no teníamos a mano la linotipia del BOE. Y lo pasamos en grande castigando, en la hora de la despedida, a una higuera que Alejandro tiene en su huerto-jardín y comiendo unos higos que estaban dulces a rabiar. El dueño no se enfadó con el expolio e incluso regaló unos tomates de esos que ya han cogido merecida fama entre los que visitan a Alejandro  y Cristina en Ruiloba.
No podía tener mejor colofón, ni más gustoso, el entrañable encuentro que los esforzados del curso disfrutamos durante el fin de semana y en el que volvimos a recordar a todos los que no fueron este año a Comillas porque, aunque esta vez no haya podido ser para algunos, la próxima estaremos todos encantados de volver a vernos. 
Luis Miguel León Montoya